lunes, 5 de julio de 2010

Magnificar lo cotidiano

¿Cuántas veces hemos magnificado lo cotidiano? En lo que he vivido, todos los días me consigo con alguien que engrandece un hecho que parece normal, casual, pero que el narrador (la mayoría de las veces es el protagonista) le agrega elementos sobrenaturales, involucra a Dios, a los extraterrestres y lo más creíble: al destino. He escuchado: "era mi destino ser arquitecto" o "no era mi destino casarme". De hecho, el destino es la inspiración de muchos autores (también me gusta escribir sobre el destino) y han surgido muchas frases al respecto: "El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos".Shakespeare o "A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo". Jean de la Fontaine.
He conocido personas que luego de sufrir un accidente, no tan grave,comentan: "no era mi destino morir ese día". Yo creo que el destino existe y que determina algunos hechos que nos ocurren; sin embargo, cuando la gente magnifica, no sólo se refiere al destino sino a la intervención de entidades de otro mundo, y no exagero cuando digo (o en este caso, escribo) otro mundo. En días pasados, escuché el relato de un señor de unos 40 años,que contaba a todo pulmón a un grupo de personas, cómo se había defendido de un asalto en una unidad de transporte público. El hombre decía que sacó fuerzas "de quién sabe donde". Hace dos semanas, una conocida me contó cómo sobrevivió a un carro que saltó a la acera, y me dijo "no sé cómo pero salté". En los dos casos, al manifestar el desconocimiento del origen, hacen (con o sin intención) una alusión a la otra dimensión, porque no sé si llamarlo otro mundo, espiritualidad o más allá.
Magnificar lo cotidiano es la esencia de la literatura, pero una cosa es decirlo con la voz y otra muy distinta es escribirlo. Es innegable la gran imaginación que se consigue en la calle, entre las personas que menos parecen y en quienes menos se lo espera. Yo creo que ni siquiera quienes narran su situación magnificándola se imaginan el gran potencial que tienen al exagerar tantas situaciones y mayor mérito merecen aquellos que lo cuentan con tanta convicción que el oyente termina creyéndoselo. Eso (entre otras cosas) hace un buen escritor, escribir un hecho cotidiano magnificándolo y hacer que el lector lo crea. Pero recuerden la filosofía
del Doctor House: "todo el mundo miente". ¡Hasta la próxima entrada!

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